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Amistad sin fronteras

Kerstin Waffenschmidt y Javiera Cammell

Yacen en el Parque de Las Esculturas dos muchachas; dos amigas que comparten su último día juntas mientras los cigarros se consumen entre sus dedos.

Kerstin Waffenschmidt es paraguaya, tiene veinte años. Se encuentra de visita en nuestro país para ver la presentación de la banda alemana Tokio Hotel. A su lado se encuentra Javiera Cammell, de diecinueve años pero santiaguina. Juntas tenían planeado ir al concierto pero la mala fortuna se encargó de que éste fuera cancelado. No obstante, la visita de Kerstin está lejos de ser una mala pasada.

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Donde vuelan y aterrizan los aviones también se crean amistades

Javiera y Kerstin se conocieron en el aeropuerto. Corría el 2010 cuando Tokio Hotel realizaba su primera visita a nuestro país. Agolpadas en las instalaciones, ambas muchachas esperaban el arribo del grupo. Javiera se encontraba a las afueras de Policía Internacional, esperando tras los cristales para ver a los músicos; Kerstin estaba del otro lado junto a unas amigas. Debido a su reciente llegada de Paraguay decidió permanecer dentro para gozar el privilegio de esperar a sus ídolos de cerca. La amistad estaba por nacer y a través de un método poco convencional: la escritura.

Las muchachas se vieron a la distancia. Ambas sabían que el motivo que las reunía en el aeropuerto era el mismo por lo que iniciaron una comunicación mediante señas y mensajes escritos en papeles que se intercambiaban mutuamente desde la lejanía. Transcurrieron un par de horas y la banda ya había arribado, y las dos chicas que nunca se habían oído la una a la otra salieron a encontrarse a las afueras del aeropuerto.

“Nos quedamos conversando un buen rato y bueno, como estaban acá en Santiago por primera vez y todo… Las vi súper humildes y dije: ¿Por qué no nos vamos a mi casa?” –cuenta Javiera–. Entre ambas conformaron un grupo de aproximadamente siete personas y se alojaron en su casa: “la pasamos súper bien ahí”.

Un poco de la una

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Kerstin es oriunda de Villeta, ciudad que queda a unos cuarenta minutos de Asunción, la capital paraguaya. Es estudiante de Ingeniería Empresarial y se moviliza todos los días entre ciudades para asistir a la universidad.

Su proyecto es terminar su carrera, y si es posible, continuar sus estudios en Alemania: “Quiero recibirme con conocimientos europeos y ponerlos en práctica en mi país que todavía no es el más desarrollado de todos. Quiero aportar a mi país”.

La chica nos cuenta acerca de la visión que tiene de su patria. A groso modo y en palabras suyas, señala que no existe gobierno perfecto; como todo, tiene sus falencias y sus cosas positivas. “Obviamente con cada gobierno nuevo se espera que las cosas vayan mejorando”. Kerstin también evidencia una educación deficiente que incluso “se nota cuando tratas con las personas”, y agrega que la educación es imprescindible para la movilización social, para que las personas salgan adelante.

El día a día de Kerstin se compone de la rutina universitaria, el trayecto entre una ciudad y la otra, y las relaciones que establece en su hogar y con sus amigos.

Respecto a los chilenos, la muchacha declara que son gente muy amable y que la han recibido con mucho gusto: “No existe esa diferencia por ser extranjera” –sentencia–. Es más, nos relata una anécdota: “Tengo una historia muy simpática. El otro día me subí a un taxi porque me perdí. Tenía que llegar a la casa, y me pareció tan noble el taxista… Pusimos música y empezamos a cantar juntos, fue súper divertido; ¡yo nunca me había subido a un taxi tan divertido como ese!”.

Y otro poco de la otra

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Javiera, por su parte, es santiaguina. Actualmente es estudiante de Ingeniería en Administración Hotelera y siempre se ha considerado una persona independiente que le gusta viajar. “No me gusta amarrarme a nada”. Quiere terminar su carrera y actualmente se encuentra realizando su práctica en el Gran Hyatt. La idea es ahorrar para viajar (Paraguay ya forma parte de su itinerario), y si se da la posibilidad, hacer su último año universitario en Suiza puesto que la universidad le permite hacer el intercambio: “Siempre tomando las oportunidades que me vaya dando la vida”.

Sobre el panorama nacional, Javiera comparte la opinión de Kerstin: “Todos los gobiernos tienen sus partes positivas y negativas”. Pero además agrega que nuestro país está creciendo económicamente, y mucho, pero más que nada es la parte empresarial la que se reparte la mayor parte del beneficio. A su juicio, la educación y la salud pública es algo que no se puede olvidar, y que hasta ahora han sido descuidadas. “Lo primero es cuidar a la sociedad en sí, más que preocuparse en producir y en hacer crecer las empresas, porque al final son las personas las que levantan un país. Tenemos que partir por una buena educación, una buena salud, unos ciudadanos contentos que colaboren con el país, para que todos tiremos para arriba” –reflexiona–.

La amistad a la fecha

Cuando Kerstin y Javiera se conocieron; ambas eran quinceañeras. Cinco años han pasado desde entonces, y cinco años han pasado desde la única vez que compartieron una en presencia de la otra. ¿Cómo se han comunicado todos estos años? La tecnología está de parte de ellas y sin duda constituye un soporte indispensable para mantener una relación a distancia: “Solamente chat, Whatsapp” –responde Javiera–. Pero hay más. La admiración de ambas por el grupo Tokio Hotel genera hasta hoy un vínculo dotado de significado entre las muchachas; la música levanta un puente que se extiende desde Chile a Paraguay. Tanto Kerstin como Javiera confirman que su interés musical es una de las razones por las que siguieron en contacto. A esto se suma la experiencia que compartieron juntas el año 2010, en la primera visita de Kerstin.

Para esta ocasión, Javiera abrió nuevamente las puertas de su casa para recibir a su amiga de Paraguay. ¿Qué opinan los padres de Javiera? “No tienen ningún problema, le agarraron mucho cariño a la Kerstin, es otra hija” –responde Javiera– y agrega que acá siempre tendrá su casa, su pieza.

A tan solo un día del retorno de Kerstin a su país, ambas se dirigen a tatuarse. “Vamos al Nosferatu, en Lyon. Nos vamos a tatuar cosas distintas eso sí” –aclara Javiera, que se va a tatuar dos líneas de un poema de Edgar Allan Poe–. Kerstin, en tanto, se tatuará una frase de una canción de su grupo favorito.

Las dos coinciden en que los tatuajes tienen una historia que contar y que ésta perdura aun cuando la marca estética haya perdido su encanto original. Es como marcar una época en el cuerpo; no importa tanto el diseño, sino la experiencia que se esconde detrás. Javiera lo sabe muy bien: tiene tatuada la fecha del primer concierto de Tokio Hotel detrás de su oreja derecha, una fecha que además está marcada en su memoria: “Es de esas cosas que uno se acuerda y te pone la piel de gallina”. Por su parte, Kerstin no sólo plasmará unas estrofas de tinta sobre su cuerpo sino también todo lo vivido en su segunda visita a nuestro país.

Las muchachas se retiran para grabar en su piel la marca que yace en sus almas.

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