Cosmonauta chileno

José Arriagada

Sentado y con la vista al frente, José Arriagada escucha música. Su mirada se dirige al Río Mapocho. Tiene dieciséis años y actualmente cursa segundo medio en un colegio técnico. Está haciendo hora para juntarse con alguien.

Poco a poco la timidez y desconfianza del muchacho van haciéndose a un lado, despejando el camino para que transite un relato que va desde las profundidades del océano hasta los confines del espacio.

Vida de nómades

José ha vivido en muchos lugares. Debido a los traslados laborales de su padre, la familia se ha visto en la necesidad de adaptarse a nuevos lugares y estilos de vida. Nacido en Concepción, vivió en La Serena, Valdivia y Santiago, donde reside actualmente. A José no le complicaron los traslados; nos cuenta que le encanta viajar y conocer.

Su familia está compuesta por su padre y madre, y un hermano mayor de veintiuno, con quienes asegura lleva una buena relación.

Cohetes, submarinos y cámaras

Los intereses de José son muy diversos. A dos años de finalizar la escuela, la astronomía y la comunicación audiovisual acaparan su atención. Dos cosas en apariencia muy disímiles convergen en la mente de este joven al cual la motivación es lo que menos le falta.

¿Cómo nace la intriga por el universo? “Desde chiquitito vi un programa del Apolo 12, cuando el hombre llegó a la luna, desde entonces me gustaría estar ahí y ver las estrellas”. Para José sería ideal trabajar en un observatorio, pero sus sueños son grandes como los astros que tanto ansía estudiar. “Si tengo la oportunidad, me gustaría salir del planeta” –agrega convencido–. La lectura y filmografía de ciencia ficción son el combustible mental que aviva su curiosidad y que lo llevarían a ser el primer voluntario para abordar un cohete. Ahora se encuentra leyendo El Universo Elegante del autor Brian Greene, “que te explica lo que es el universo pero de una forma fácil”. Del cine, películas como Interstellar y Gravedad son parte del repertorio del muchacho: “Siempre me han llamado la atención las cosas que se arrancan de la realidad”.

El universo ofrece infinitamente más preguntas que respuestas, ¿pero qué hay del fondo marino? La curiosidad de José no sólo apunta años luz hacia arriba, sino miles de metros bajo nuestro, en las profundidades marinas de la Tierra. Siempre le llamaron la atención las ballenas, un imponente animal que en el mar parece no tener límites. “Recuerdo que la primera vez que tuve que disertar en el colegio fue sobre las ballenas, y me interesé por ellas hasta el punto de saber mucho de estos animales”.

Youtube también es fuente de material e intriga para José que aviva su curiosidad por descubrir las profundidades oceánicas. Nos cuenta, por ejemplo, que vio un video sobre un misterioso sonido originado en el fondo marino captado durante la Guerra Fría y que tuvo su origen en las costas de nuestro país a 5.000 km de Iloca, sudeste del Océano Pacífico. El fenómeno sonoro es conocido popularmente como Bloop en Internet y la causa de éste se especula desde un submarino nuclear hasta el monstruo mitológico llamado Cthulu de las novelas de H.P. Lovecraft. Hasta ahora sigue siendo un enigma para José y para muchos: “No sé si creer o no creer, si es o no es un montaje [la existencia de aquel sonido]. A veces Internet miente y a veces no, entonces trato de investigar por mis propios medios para armar mi propia versión de la historia”. Con todo, no caben dudas que la curiosidad de José lo moviliza para esclarecer los misterios de nuestro entorno tal como a Neil Armstrong y Jacques Cousteau.

Al igual que su interés por lo desconocido, su atención hacia la comunicación audiovisual nace por un programa que vio en TVN cuando era niño. Fue un truco de cámaras, donde hicieron que un hombre se “transportara” inmediatamente de un lugar a otro lo que cautivó a José. Además cuenta que desde chico le gustaban las cámaras: “Me acuerdo que mi papá tenía una cámara de estas gordas, las VHS, y yo me ponía a grabar cosas con ella”. También se interesa por los guiones: “Ya estoy haciendo mi propio contenido” –aclara el joven– y a lo que va de la fecha ya ha subido dos videos a su Facebook producidos por él y nos cuenta que acaba de abrir un canal en Youtube para subir su material.

Terminada su carrera universitaria, ya sea astronomía o comunicación audiovisual, al muchacho le gustaría viajar y vivir mucho tiempo fuera, pero siempre teniendo en mente que quiere volver a Santiago. Su destino ideal es Suiza porque considera que es un país pacífico, exento de violencia y con bajos niveles de criminalidad. “Aparte es lindo” –añade–. El gélido clima no es problema para él, le gustan los días fríos y lluviosos. Pero, ¿cómo llegó Suiza a su cabeza? “Me llegó una carta del programa de becas de intercambio que decía que podía elegir entre Estados Unidos y ciertos países de Europa”. Estados Unidos no es opción para el joven, y las alternativas europeas son Suiza, Noruega, Portugal y España, inclinándose más por los dos primeros países que por los dos segundos. El idioma tampoco le complica, dice que es parte de la aventura llegar sin saber hablar, aunque lleva el inglés bajo la manga.

El cosmonauta en la tierra

Los días de José suelen ser ocupados. El cosmonauta asiste a un colegio técnico donde se especializa en telecomunicación debido a que es lo más parecido a comunicación audiovisual. Nos cuenta que ésta es la especialidad que exige mejores notas para ingresar y la con más postulantes. Dos veces por semana visita la Torre Telefónica (ex CTC) en Baquedano “para realizar trabajos, entrar a los computadores, buscar archivos, cosas así. Es lindo lo que hago, me gusta” –relata el joven–.

También se dedica al atletismo y la natación. En la primera disciplina realiza destrezas: “Algo así como Tomás González”; en la segunda hace cuatrocientos metros libres. Antes realizaba base en cheerleader pero tuvo una mala experiencia que lo llevó a desistir. “Una vez levantando a una tipa que no sabía muy bien lo que tenía que hacer se cayó encima de mío y me pegué acá atrás en la cabeza” –señala tocándose la nuca–. Estuvo un día completo inconsciente: “A mí me dijeron: ‘Si ella se cae, tú tienes que agarrarla como sea’ y bueno, terminé yo lastimado”. Comenzó a faltar a las prácticas y ante la intriga de su profesora, José le contó las razones de su ausencia: tras el golpe simplemente no quería volver. Ella lo entendió y le recomendó buscar otro deporte.

El muchacho reconoce que tiene el tiempo para realizar tantas actividades, pero que no podría lograrlo sin una estricta organización de su horario. Lo fundamental, cuenta, es “no dejar tiempo suelto”.

Como estudiante, José también opina respecto al movimiento estudiantil. A su juicio las marchas no son un buen mecanismo de presión: las brechas de tiempo que se producen entre una marcha y la siguiente, y la división del año en “temporada de marchas” y “fin de la temporada de marchas” hace que marchar devenga inútil. Piensa que las clases pérdidas son un costo demasiado alto para los estudiantes en un contexto donde poco y nada se ha logrado. Recuerda cuando su establecimiento se fue a paro: “Era horrible porque me gustaba ir al colegio y estar en la casa no me gustaba”. Recientemente el panorama se volvió complejo en su colegio otra vez, dejando a varios docentes en la calle por estar a favor de parar.

A pesar de las disyuntivas que enfrenta José, hace una clara escisión entre la educación escolar y la educación superior, y con cierto escepticismo, mira la gratuidad en esta última: “Está bien que la educación superior no sea pagada, pero creo que va a haber mucha gente que se va a aprovechar de eso”.

La conversación toma otro rumbo. El muchacho cuenta que ha logrado los propósitos que se ha impuesto, pero que esto no hubiese sido posible sin la ayuda y apoyo incondicional de su familia: “Los amigos eventualmente podrán no estar ahí para uno, pero la familia siempre”. Ya es hora de partir y el joven retoma su camino.

Allá va caminando José, y quién sabe, tal vez el primer chileno en viajar al espacio.