IMG_9047

Infinidad de mundos

Ignacio

Era una tarde plácida de domingo en el Parque Araucano, ubicado en la comuna de Las Condes. De extremo a extremo, todos buscaban distenderse antes de regresar a la rutina semanal. Algunos lo hacían acompañados en familia, otros corrían detrás de alguna pelota, y otros más simplemente caminaban de aquí para allá o permanecían echados bajo la sombra en solitario. Colindando con la Avenida Manquehue, en la punta este del parque, se encuentra el skate park, un lugar diseñado especialmente para practicar deportes urbanos. Niños y niñas, jóvenes y adultos, se deslizan de un lado a otro sobre las ruedas de un skate, scooter o el no anglicano patín. El lector podrá pensar hasta el momento que la crónica tratará sobre un escurridizo patinador, lo cual es justo de creer dada la reciente descripción, pero adelantamos que no será así.

Croquera y lápiz en mano, un hombre de gran templanza sentado a un costado sobre el pasto se encontraba dibujando un mandala; actividad que contrastaba con el adrenalínico escenario que acontecía en frente.

IMG_9032
IMG_9052

La razón de estar ahí

El dibujante se llama Ignacio, tiene cuarentaiséis años, y aquella tarde cuidaba de su hijo y sus amigos a quienes “les agarró el patín” y que bordean entre los diez y doce años. El grupo se compone de ocho niños y niñas, vecinos entre sí del mismo condominio, y que para Ignacio conforman una auténtica pandilla. Al verlos juntos, es inevitable rememorar escenas de películas como Stand by me o Nuestra pandilla, donde lo más importante para los niños son las tardes de juego con los amigos.

IMG_9031

Sobre el ArteTerapia

En la croquera que sostiene se puede apreciar un mandala en desarrollo y explica el motivo del dibujo: “Es que yo saqué un libro el año pasado de ArteTerapia con mandalas… y na’ po’, sigo dibujando mandalas”. Ignacio es psicólogo e inventó una “técnica para que la gente pueda dibujar sus propios mandalas”. Nos cuenta que trabaja con una matriz que tiene tres círculos concéntricos, cada uno con su propio significado. Así, el círculo de adentro representa el mundo interior de uno; el círculo del medio representa el yo, “como tu personaje social” –aclara–; y el círculo de afuera representa el mundo exterior. El proceso consiste en ir dibujando de afuera hacia adentro “sintiendo, imaginando cómo es ese mundo exterior, o cómo es tu personaje, o qué pasa adentro…”, conectando estas dimensiones y procesando qué sucede en cada una de ellas y en la unión de los tres círculos. Ignacio ejemplifica mostrándonos el mandala elaborado por uno de sus pacientes a propósito de la rabia, y a partir de la ilustración, el psicólogo nos cuenta que esta persona sentía que su mundo exterior era confuso, “una locura, una cuestión muy complicada”, su yo lo percibía fragmentado y adolorido, y su mundo interno se cerraba. La idea de la técnica es ir transformando la imagen, “creando nuestros propios símbolos”. Una vez finalizado el mandala, este paciente pudo comenzar a entender cómo funciona su rabia; en este caso él “sentía que tenía que poner un poco de orden y sentía que estaban muy desconectados el mundo externo del interno”.

IMG_9026
IMG_9019

A partir de esa sensación derivada del dibujo, se procede a una nueva matriz vacía en la cual el paciente dibuja un nuevo mandala tratando de reelaborar aquello que le produjo la primera imagen. “Así empiezan a emerger otras formas po’, formas más armónicas (…) Empiezan a buscar a través de esas sensaciones nuevas imágenes que hablan de un proceso de fondo”. Ignacio no cree en la proyección de estados ideales con esta técnica: no se trata que los pacientes dibujen como desearían que fueran las cosas, sino que lo importante “es la búsqueda para armonizar estas tres dimensiones del vivir”. La riqueza está en el proceso mismo.

La utilidad que Ignacio le da a los mandalas nos resultó algo completamente novedoso. En un principio creíamos que se trataba de pintar estas figuras a modo de desestresante artístico, que tanto se ha masificado a la fecha, sin imaginar la complejidad y riqueza que el psicólogo propone con su técnica.

El método elaborado por Ignacio se encuentra en su libro Las flores del alma, cuya motivación por utilizarlo con sus pacientes nace a partir de la conjugación de una serie de acontecimientos: “experiencias con pueblos indígenas, un acercamiento al mundo de la naturaleza, y de repente se me apareció en la cabeza el sistema no más, y lo empecé a utilizar”. Pero la idea de escribir su libro se consumó a raíz de una paciente que “se pegó toda su terapia a través del mandala”. Desde ese momento, el psicólogo se dio cuenta que todo esto “tiene su asunto” y que había que ponerlo a disposición de la gente para que pudieran aplicarlo por su propia cuenta. El rol del terapeuta permite profundizar, entender y que el paciente dialogue con su imagen, pero Ignacio afirma que “una persona motivada que engancha con la técnica puede llegar súper profundo solita (…) El que engancha con la cuestión, puede pegarse el viaje”.

A diferencia de las pruebas psicológicas más estandarizadas, como el famoso test de Rorschach, con el ArteTerapia el especialista evita la interpretación: la finalidad está en el proceso interior que cada uno puede ir desarrollando y que se proyecta en los mandalas. “Si tú le decís al paciente ‘ya, esto es’, se acabó po’, se acabó el viaje. Lo interesante es… mantenerse buscando”, enfatiza Ignacio esta última palabra.

A esta altura del relato es necesario destacar que al comienzo el hombre se mostró dubitativo sobre el encuentro, principalmente por la posibilidad de exponerse frente a otros, declarando que es “una persona que está más bien en retirada de las redes sociales” y que por lo tanto prefería resguardar su identidad. Sin embargo, una vez revelado el título del libro, Ignacio se desmarca en alguna medida del anonimato de la crónica, y que al calor de la conversación, lo que en un inicio parecía un encuentro entre dos extraños, comenzó a asemejarse cada vez más a una conversación entre amigos.

IMG_9022
IMG_9045

“¿Quién es uno?”

Si las personas pudieran catalogarse entre aquellas que prefieren tener respuestas certeras en la vida o aquellas que prefieren mantener las preguntas abiertas, con una cuota inevitable de incertidumbre, Ignacio pertenecería al segundo grupo. A su juicio, preguntarse por quién es uno constantemente es una posibilidad de reinventarse uno mismo. Sobre este aspecto, una de sus películas de cabecera es I’m not there que retrata la vida del músico Bob Dylan. La traducción literal del título es “No estoy ahí”, pero para Ignacio sería más bien un “no estoy ni ahí”. En sus palabras, Bob Dylan representa “lo que Jodorowsky llama un mentiroso sagrado”. ¿Por qué? “El compradre inventaba muchas versiones sobre su vida que se confundían con su vida real (…) Siempre estaba como renovándose e inventando versiones de su historia que le parecían entretenidas”. Su teoría sobre el filme se respalda en la multiplicidad de actores que interpretan al músico en diversas etapas de su vida. Con esta capacidad de adoptar diversas identidades, de “jugar con eso”, uno puede derrumbar lo que la sociedad y la cultura exigen o esperan de uno. Si uno se pregunta quién soy, las posibilidades de ser lo que uno quiere ser sólo encuentran límite en la imaginación: “Si uno mantiene abierta esta pregunta, uno puede ser muchas cosas, y eso a mí me parece mucho más interesante”.

IMG_9014

Para el psicólogo el juego cumple una tarea fundamental en la vida humana: el juego libre es la forma a través de la cual uno puede transformarse a sí mismo y adoptar diversas identidades, “porque en realidad como que a uno tratan de hacerlo creer que las cosas son de una determinada manera, que empieza aquí y termina allá, pero la vida es mucho más misteriosa” –afirma–.

Ignacio tiene una serie de proyectos en los cuales trabaja en paralelo que reafirman su postura frente a la vida. Uno de ellos es su canal de Youtube llamado Belleza Humana, realizado junto a su mujer e hijo, que reúne una serie de documentales sobre personas que, a su juicio, “viven desde el corazón y desde los sueños y desde jugársela por algo loco transformando esa pasión en una vida po’”. Entre los documentales está la vida de una familia que vive en la cordillera de Nahuelbuta, un pintor del Maule o un “artista discípulo de Osho”. Entre otros proyectos del psicólogo se encuentra recorrer Sudamérica en una travesía itinerante junto a su familia, realizando más documentales de personas únicas.

En la actualidad, el proyecto de Belleza Humana está en suspensión. Nos cuenta que su mujer, también psicóloga, decidió echar raíces por el momento en Santiago para “dedicarse a las cosas que estaba haciendo, y a ella le gusta la ciudad; yo soy totalmente rural y ella es totalmente urbana”. Ignacio relata que su mujer ya lo había seguido a él en sus proyectos que llevaron a la familia a vivir en el Cajón del Maipo y Puerto Varas. Ahora es momento de seguirla a ella.

Educación doméstica

La inquietud de Ignacio por descubrir nuevas experiencias y las ansias de conocer gente única que lo han llevado a recorrer los confines de nuestro continente, despierta en nosotros una pregunta práctica: ¿Cómo lo hace su hijo con el colegio? “Mi hijo no va al colegio”, responde en seguida y con seguridad. El psicólogo explica con total claridad las razones detrás de esa decisión, como si hubiera tenido que responder muchas veces a las miradas incrédulas, claro, porque en nuestra sociedad se da por hecho que los niños deben asistir a la escuela. “Es que nosotros no creemos en el sistema educativo. Creemos que es una manera de perpetuar un sistema perverso, entonces no lo mandamos al colegio”. Ante nuestra evidente sorpresa, Ignacio comenta que la educación doméstica “no es nada tan nuevo”, de hecho, existe una red de familias que educan a sus hijos en casa. Ya se han realizado “como tres congresos de educación en el hogar en Santiago”, con su esposa como organizadora, y ambos han hecho ponencias sobre la temática. La pareja forma parte de un grupo de alrededor de doce familias con las que se juntan por los menos una vez de la semana a realizar actividades.

Respecto a la educación que recibe su hijo, nos cuenta que hay bastante de “azar”; la educación doméstica no consiste en trasladar la sala de clases, los libros y profesores al hogar. “Nosotros no tenemos un sistema ni un programa de educación ni nada, o sea, nuestro hijo a medida que se va interesando por las cosas, lo vamos apoyando pa’ que investigue, pa’ que se haga sus herramientas, ¿cachai?”. Los padres no le imponen un nuevo orden al hijo educado en la casa (de hecho, el esquema y la sistematización que el sistema escolar formal –o dictadura escolar para Ignacio– ejerce sobre los niños es una de las razones por las que la pareja optó por la educación doméstica). En este sentido, el hijo de Ignacio “hace lo que se le antoja en la vida” en la búsqueda de sus propios intereses y el desarrollo de habilidades.

La experiencia educacional de Ignacio y su esposa fueron radicalmente opuestas: él fue a un colegio “súper tradicional”, y ella “tuvo una experiencia traumática en el colegio, ella lo pasó pésimo”. Nos cuenta que su esposa sufrió constantemente el bullying de sus compañeros, quienes remarcaban su condición de extranjera: ella nació en España pero de familia chilena, “entonces siempre fue la sudamericana, y después volvió adolescente a Chile y era la española…”. La crianza del hijo fue siempre desde el apego y el respeto, con un proceso largo de amamantamiento, por lo que la decisión de educarlo en casa “era como una consecuencia lógica de todo un proceso” y responde a una manera de ver el mundo, pero también a una fe de que uno puede encontrar su lugar a pesar de no tener un título, o no haber pasado por el colegio, como plantea el psicólogo.

IMG_9009

No hay un solo mundo

Los proyectos realizados por Ignacio y la forma de vivir la vida acorde a lo que le da sentido a él mismo nos entregan una certeza: y es que no hay un solo mundo. “Las realidades paralelas no son otras dimensiones hueón, con reptiles y hueás: son seres humanos que viven otras vidas no más, o que viven la vida de otra manera”. El hombre señala que la matriz cultural y social sobre la cual vivimos, o “el sistema”, no nos sostiene a pesar de trabajar arduamente para sostenerlo a él. Como una neurosis de la época, el psicólogo nos cuenta que le ha tocado atender a personas “que han logrado todo en la vida, ‘todo’ (resalta las comillas), puta, trabajos buenos, mucho dinero, familia, hijos, éxito hueón, pero llega un punto en sus vidas en que se dan cuenta que todo eso que han logrado no les dice quién son po’”; personas que al parecer han cumplido todos los objetivos que el sistema exige como receta de la felicidad, pero que a fin de cuentas no son capaces de responder la pregunta esencial para Ignacio. Y es que dotar de sentido la existencia se ha transformado en el principal desafío del individuo en este punto de la historia, pero en un sistema que Ignacio, en alusión a Los Prisioneros, define como la cultura de la basura, la tarea es aún más complicada. Todo es “desechable hueón, materialista, individualista, ¡pobre, muy pobre!, en términos humanos; una humanidad que no humaniza”.

Ignacio cree que lo único que nos puede salvar de la incertidumbre es el trabajo interior. Asegura que hay que abrazar alguna creencia, religión, escuela o proyecto que nos acompañe en nuestro desarrollo interno: “podís ser católico, cristiano, budista hueón, ayahuasquero, del camino rojo, del camino verde, ¡del camino que sea!” pero de alguna parte “hay que agarrarse”. Eso, es lo que lo ha ayudado a navegar por la incertidumbre. Y son las experiencias de vida que él ha podido conocer a través de su profesión y sus viajes que lo han llevado a conocer y convivir con pueblos indígenas, los que evidencian que otras vidas y otros mundos son posibles, que “vivir desde el corazón” depende de nosotros mismos, y es una opción real.

El psicólogo cree que estos son tiempos desgarradores, donde muere gente todos los días a pesar de que las condiciones materiales de la humanidad podrían proveer de dignidad a toda la población mundial; donde la depresión pareciera ser una condición innata de los hombres y mujeres de nuestra época, y el suicido, un final cada vez más ineludible. Empero, Ignacio cree que hay esperanzas para revertir o adecuar el cauce de nuestras vidas hacia la dignidad humana, porque cada vez más son las personas que se están sintiendo “totalmente fuera de lugar”, sin embargo, asegura que los cambios se producen a partir del trabajo interno de cada uno, por ende, los cambios sociales serían una consecuencia de la transformación personal.

Epílogo

El relato de Ignacio remece, incomoda, pero a la vez es esperanzador. Y con el transcurso de la conversación cae la noche. Poco a poco el skate park se ha ido vaciando. La pandilla de patinadores, a la cual pertenece el hijo de Ignacio, se ha retirado para volver al hogar. Es hora de que el padre y su hijo también vuelvan a casa.

El encuentro fue una instancia en la que unos extraños fueron capaces de quitarse las máscaras para observarse mutuamente los rostros, y compartir las experiencias de vida que involucran el miedo, el dolor, pero también el anhelo y las alegrías. Una prueba de que la frialdad y la fricción entre dos desconocidos son más fáciles de romper de lo que uno cree.

Cerramos con un abrazo, tomando caminos distintos, pero de algún modo, en la misma dirección.

*El nombre del entrevistado fue modificado para proteger su identidad. Las imágenes fueron editadas con el mismo fin.

No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.