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Una pareja intercultural

Magdalena y Claudio

Caminando por la población Los Quillayes en la zona sur de La Florida, nos encontramos con una pareja de mediana edad sentada conversando animadamente; con sólo escucharles notamos que el acento de la voz de ella ‒a diferencia del de él‒ no es de nuestra nación. Una vez entablamos conversación, nos piden que modifiquemos sus nombres originales en esta crónica: Magdalena y Claudio. Así, lo primero que nos cuentan es que son pareja hace cuatro años, y que ella llegó hace cinco desde Venezuela buscando trabajo en Chile.

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Las grandes distancias entre Chile y Venezuela

Nos llama la atención la forma en que, con mucha soltura, ella comienza a hablarnos de su proceso de adaptación en nuestro país, realizando un análisis comparativo muy interesante entre su país de origen y el de destino: Reconoce las dificultades económicas que está viviendo la nación nortina latinoamericana, por las que tuvo que emigrar para Chile, pero su proceso de integración ‒expresa‒: “ha sido difícil porque igual aquí el sistema (…) no tiene como esa igualdad, (…) entonces de repente yo digo que quisiera que aquí por lo menos existiera la igualdad social que existe en Venezuela”. Ahora bien, también cree que la sociedad chilena está menos expuesta a los niveles de violencia que hay allá, sintiéndose con mucha más tranquilidad en el cotidiano vivir de este lugar, lo que le ha dado paso a desear radicarse definitivamente en Chile.

Inmediatamente Claudio asume la palabra profundizando sobre las diferencias entre el sistema educativo de ambos países (temática que entre ellos han conversado un montón de veces). Lo dificultoso que se vuelve estudiar aquí en Chile, cuando muchos quieren salir adelante pero el nivel de endeudamiento se vuelve tan fuerte que deviene en una constante piedra en el zapato para los jóvenes; no resulta igual en Venezuela con la fortalecida educación pública que tienen. En sus palabras: “en Venezuela, claro, hay complicaciones y todo, pero la gente puede estudiar, ese tema lo hemos conversado varias veces, la gente estudia y bien, por eso se viene tanto extranjero para acá, y capacitado, pero no de cualquier parte sino específicamente de Venezuela, vienen capacitados” a buscar trabajo. Claudio recuerda que en el tiempo de Allende y con la llegada de la dictadura, muchos chilenos se fueron a Venezuela y se radicaron allá, y nos llama la atención lo que Magdalena refuerza respecto de los migrantes chilenos en este país del norte latinoamericano: “yo he conocido chilenos que a pesar de la crisis me dicen: “No, yo no vuelvo allá”, sí, están como quien dice, guerreando con la situación, pero dicen que para acá no vuelven… y yo me echo a reír, y digo: “Uh, imagínese, ¿pero cómo no se va a ir a su país?” y me dicen: “No, es que no me voy, de aquí no me saca nadie”. Porque las personas dicen que acá es muy apagado. Allá la cultura de nosotros es como más prendida, uno es como más alegre, por cada cosa uno se saca una fiesta”.

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Resulta muy interesante escuchar a Magdalena cuando nos comenta que interpreta que parte de nuestra idiosincrasia es más apaciguada que la de los venezolanos por la simple razón de la falta de equidad socioeconómica que tenemos en Chile. En sus palabras: “por experiencia nosotros en algún minuto estuvimos como que bien apagados, precisamente porque nosotros no teníamos acceso a la educación, pero hubo un minuto en que sí como que empezó los cambios radicales en todo eso, yo sentí que ahí nuestra sociedad se volcó, por ejemplo, a estudiar, trabajaba, estudiaba… la que tenía hasta cuatro hijos estudiaba, y se veía positivo, personas de la tercera edad estudiando en la universidad, era algo que mucha gente despertó, entonces yo creo que si aquí existiera esto, yo creo que aquí sería un cambio bueno para esta sociedad chilena”.

Acto seguido, seguimos profundizando en las dificultades actuales que atraviesa el país de origen de Magdalena, que para Claudio remiten ‒como acaeciera en Chile hace 40 años‒ al bloqueo económico generado por la derecha para desestabilizar al gobierno. Ahora bien, para Magdalena también hay responsabilidades por parte del gobierno y de todo el pueblo, el primero por sostener a rajatabla una ideología frente a las fuertes presiones económicas, y de los segundos a la hora de promover la corrupción en el escenario de dificultades, que desde un chilenismo expresa a la manera de: “el más vivo come”, y que ejemplifica de la siguiente forma: “Uno dice: “Ya, le voy a pagar tal a éste, para que me saque esto rápido” o “yo conseguí esto barato, entonces se lo voy a vender a aquel más caro y yo no tengo que ver si aquella persona trabaja, yo no tengo que ver con nada””.

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Coherencias en el quehacer virtual

Claudio toma distancia de la anterior idea, dando a entender que para él la corrupción existe en casi todo tipo de lugares y contextos, viéndose actualmente en muchos de nuestra clase política en Chile, y en donde por lo menos el acrecentamiento de la difusión de las tecnologías permite destapar aquellas sinvergüenzuras y ponerlas sobre la discusión ciudadana diaria. Así la conversación se va empapando de estas últimas ideas, sumándose también Magdalena al dar cuenta de cómo las redes sociales van llevando a ir forjando coherencias mínimas en todas las personas que argumentan sobre ciertos temas: “por ejemplo si la gente sale a marchar por “Ni una menos”, pero que también (…) ellas no apoyen de cierta manera la xenofobia, no apoyen por ejemplo, el maltrato animal, o sea, yo creo que si uno no le gusta una cosa, tiene que seguir en la cola con esos aspectos, porque yo he visto a personas (…) que dicen: “Ah ya, sí, “Ni una menos””, pero después tú la ves que están criticando a los extranjeros, entonces… o están insultando a otra porque no sé, porque la otra hizo cualquier cosa”, reflexiona Magdalena.

A pesar de esto, algo que ha sabido valorar de nuestro pueblo es lo muy solidarios que somos entre nosotros: “Es que con tanto terremoto” comenta jocosamente Claudio, “incendios, volcanes, la metida del mar”, imposible no tener un mínimo de solidaridad por los otros.

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Ventas, computación, psicología en medio de la relación

Luego la conversación tiene un giro hacia el ámbito de la vida privada de nuestros entrevistados. Magdalena nos cuenta que si bien estudió Educación y trabajó de profesora en algunos colegios de Venezuela, con el tiempo se cansó y quiso probar como vendedora de manera independiente a través de internet, dedicándose a ofrecer ropa y coordinando después los puntos de encuentro con sus compradores. En sus palabras: “aquí ese rubro funciona, y no es cualquier cosa así de que: “Ay, sí, puse cuatro fotos de venta y listo”, porque igual uno tiene que tener cierto conocimiento de marketing y todo eso, o sea, hay que manejar la cuestión también con conocimiento, no así al lote ‒como dicen aquí‒, así que si uno le está dando cierta seriedad y es de donde uno está viendo ingresos, entonces uno tiene que conocerse un poco la teoría de la cuestión”.

Por su lado, Claudio se ha dedicado a la computación, habiendo trabajado en temáticas como procesamiento de datos, monitoreo y mesas de ayuda, en general referidos a la administración. Recuerda que ya con el Atari en los 80’ se empezó a enamorar de este rubro, aunque también nos cuenta que siempre le interesó la psicología, sumergiéndose en distintos libros del área en su juventud. Lo último le ha permitido tener una forma más comprensiva de acercamiento al ser humano en nuestra sociedad: “capaz que eso me haya servido para poder ver un poco más a la persona, porque hay gente que te ve y te clasifican: “No, este es un vagabundo”, al tiro, “este gallo no sabe hablar”, pero no cacha que tiene un problema para hablar, no es que no sepa hablar, por ejemplo, entonces hay gente que tilda al tiro, hay gente clasista, hay gente racista, entonces cuál es la idea, no caer en eso, no caer en las mismas cosas, que son imanes que te atraen”. Para Claudio la dimensión comprensiva que podemos desarrollar sobre el entendimiento del otro no puede justificar que tengamos que soportar las malas actitudes de éstos; y menciona: “de repente hay gente a la que encuentro más peligrosa y pesadilla que a un delincuente”, ejemplificando que incluso en un período que le tocó hacer clases de computación en la cárcel de Talagante, los presos le demostraban actitudes sumamente valiosas y de mucho esfuerzo, que para el contrasentido de la sociedad, no dicen relación con tantas actitudes que se dejan ver cotidianamente en el andar citadino.

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Una vuelta atrás: la vía de inicio para una pareja intercultural

Ganando algo de terreno en la confianza, ambos nos cuentan cómo fue que se conocieron y le dieron el vamos a su recorrido de pareja: Magdalena había llegado a Chile el 2012, y al poco tiempo retornó de vacaciones a su país. Estando allá, ingresó por curiosidad a una página de “Amor en Línea”, siendo en dicha plataforma que dio con Claudio. Allí ambos quedaron comprometidos de verse cuando retornara Magdalena, y luego del primer encuentro quisieron seguir juntándose durante el año… así hasta hoy que ya viven juntos como pareja. Allí resulta interesante advertir la reflexión que levantan sobre ciertas dimensiones del “choque cultural”, que tienen desenvoltura en el plano amoroso y cotidiano de ambos, y son propias de una pareja de este tipo. Por ejemplo Magdalena nos comenta: “Yo no lo culpo a él, pero yo siento que el hombre chileno es un poco machista, en cambio yo vengo de una cultura donde el hombre es como más abierto, más relajado, pero claro, no es que yo me he sometido a él tampoco, pero igual lo he aceptado así, igual ahí como quien dice, nosotros unimos las cosas buenas, y ahí bueno, hasta el día de hoy hemos estado juntos”. Y más allá de estas adaptaciones mutuas, lo anterior no quita otros elementos que son del todo provechosos y entretenidos, como intercambiar “los tragos, el alcohol de acá, de allá, la comida, las palabras, el dialecto, todo eso” dice ella.

Finalmente, más allá de las múltiples diferencias que los distancian culturalmente, pero que al mismo tiempo son motivo de conversación y unidad en el cotidiano vivir, es que Claudio y Magdalena no pueden dejar de sentirse felices juntos, y pese a las adversidades que de vez en cuando aparecen, esta pareja nos demuestra que siempre es posible la apertura a alguien distinto, incluso hasta en los planos más íntimos del vivir.

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*Los nombres de los entrevistados fueron modificados para proteger sus identidades. Las imágenes fueron editadas con el mismo fin.

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