IMG_5217

Cuadernos de un peruano

Ciro

Al sur del Cementerio General, donde reposan los restos y memorias de innumerables personas, ya sea junto a la magnificencia del Cristo Rico, o en el escueto Cristo Pobre, se encuentra el parque del Cerro Blanco, donde descansan un domingo los vecinos de Independencia y Recoleta.

Allí, las frazadas se tienden sobre el pasto, las conversaciones se entrecruzan, los niños y niñas corren, y las distintas nacionalidades conviven entre sí en un mismo espacio. Un suspiro multicultural que busca distenderse del ajetreo de la semana.

Hacia el final del parque, la mirada de un hombre sigue el vaivén de su hijo que se columpia en compañía de su perro, Peluchín.

IMG_5217

Ciro tiene treintaiséis años, es peruano y llegó a Chile hace once. Pareciera que los años en nuestro país se han impreso de alguna manera en la lengua del hombre: cuando habla, no hay rastros en su acento que permitan inferir claramente de qué lugar podría provenir, habiendo incluso adoptado varios modismos chilenos como el “po’”, el “pa’”, “la pega” o “quedó la escoba”.

Vive en la comuna de Independencia con su esposa, a quien conoció en Lima, su hija de catorce años, y sus dos acompañantes en el encuentro: su hijo menor de cinco, y Peluchín, un perro Schnauzer miniatura. La hija mayor también es peruana, siendo el niño el único miembro de la familia nacido en Chile. Como día domingo en una plaza, y en una salida de un padre con hijo, le preguntamos a Ciro por qué su hija no estaba ahí con ellos: “Está en la iglesia, participa de una iglesia evangélica”, responde, y añade que él de vez en cuando va: “No muy seguido, pero cuando tengo tiempo voy, porque a veces los domingos trabajo y no puedo ir; de hecho, hoy tengo que trabajar”.

IMG_5155

Tras bambalinas del Transantiago

Ciro trabaja en el Transantiago, en la mantención y reparación de los buses de la empresa Alsacia Express: “En lo que es carrocería, lo que es choque, pintura, puertas reventadas, vidrios y parabrisas quebrados”. El oficio lo aprendió en la práctica, reparando primero daños más simples hasta dominar los más complejos. “No sabía nada yo, yo sabía lo que es pintura de casa” –cuenta. Antes de dedicarse al cuidado de las máquinas, Ciro pintaba casas, trabajo que describe como muy rentable, pero que no asegura estabilidad porque nunca se sabe cuándo habrán casas que requieran una mano de pintura. Con su trabajo actual se declara satisfecho, claro, se gana menos que en el negocio de pintura, pero garantiza estabilidad, lo que le permite estar tranquilo: “Es seguro, los 30, los 15 está tu plata, infallable”. Asimismo, la empresa lo capacita regularmente para cumplir con su labor con cursos que pueden durar una semana; instancias que el hombre percibe como muy provechosas. Señala que la afiliación de la empresa con la Caja Los Andes es un gran beneficio para las familias porque “cuando voy pal’ colegio nos regalan moneditas o útiles”.

Como equipo encargado de las máquinas, reciben una gran cantidad de buses con diversos tipos de daño, pero Ciro afirma que lo peor se produce cuando se juega el clásico entre el “Colo con la U”: “ahí queda la escoba”. Por otro lado, marzo es un mes complejo, a diferencia de enero y febrero, pues con el inicio de clases y el retorno de la gente a la capital “ninguna máquina puede quedar adentro del depósito; hay que sacarlas todas”. La alta demanda del servicio de transporte se restablece en estas fechas y se extiende hasta el siguiente diciembre.

IMG_5133

Nos cuenta que trabaja “para donde lo manden”: Renca, Maipú o Huechuraba, y que lo hace por turnos bajo la modalidad “cinco por dos” (cinco días de trabajo, dos de descanso), lo que implica que a veces le toca salir a reparar los buses los fines de semana porque los días van rotando. Su horario es nocturno: comienza a las nueve de la noche, terminando la jornada temprano por la mañana a las siete. Esto explica por qué puede estar la tarde junto a su hijo y al mismo tiempo señalar que más tarde tiene que trabajar.

Hace nueve años y medio que trabaja en Alsacia, pero los tres primeros fueron a través de una empresa externa, y los restantes, directamente para Alsacia. A pesar de la larga trayectoria de Ciro en el servicio, a finales de 2017 su destino laboral se torna incierto. Un nuevo periodo de licitación se abrirá para las empresas de buses, lo que pone en juego el puesto del peruano y el resto del equipo. De renovar la licitación, Ciro tendría pega por diez años más; de lo contrario “nos quedamos parados todos” –cuenta. Sea cual sea el resultado, el hombre se muestra optimista. Cree que es probable la renovación de contrato, y de no serlo, confía en que “vendrán otros inversionistas que agarrarán toda la flota, porque somos mil y tantos buses, y de todas formas tienen que tener a un grupo que los mantenga“. Ciro se aferra a este último escenario, en el cual una nueva empresa externa retome al mismo equipo de trabajo.


La esposa de Ciro, en tanto, trabaja en un negocio de comida rápida que nace del esfuerzo de ambos, lo que le permite trabajar y dedicarse a la crianza de los hijos al mismo tiempo. Ciro cuenta que esta iniciativa nació porque a la mujer “no le gustaba trabajar apatronada”.

IMG_5204

Once años atrás: El viaje a Chile

La esposa de Ciro fue la primera en arribar a Chile desde Lima “a probar suerte por aquí”, en palabras del hombre. Tan sólo quince días después Ciro la alcanzaría, y luego los padres de la mujer se sumarían. Independencia fue la comuna que acogió a todos los integrantes recién mencionados, y así lo ha seguido siendo. Ciro y su esposa han conformado un núcleo familiar en la comuna, pues a tan sólo tres cuadras viven sus suegros con quienes mantienen un vínculo cercano: “y ahí estamos, visitándonos siempre” –relata. Además él considera que es un lugar céntrico y que “hay más coterráneos amigos por aquí po’”. La casualidad hizo coincidir la búsqueda de emancipación en vías de una vida digna para los migrantes con el nombre de Independencia.

Pero a pesar de llevar más de una década en el país, los planes originales de la joven pareja en aquel entonces eran otros, ya que la estadía original contemplaba sólo un par de años. La mujer incluso recibió una herencia, y considerando que allá ya tenían una casa donde vivir todo estaba dispuesto para el retorno. ¿Pero qué fue lo que los llevó a quedarse? “Fui para allá [a Lima] y no había trabajo, y ya no me acostumbraba ya, ya habíamos adquirido la rutina de aquí… y por eso decidí a quedarnos po’”. Por otra parte, la hija mayor, que llegó con seis años, ya se ha enraizado en Chile: “Ella no se quiere regresar, se quiere quedar con los abuelos, y los abuelos consienten mucho, entonces no, hay que quedarnos no más”, explica Ciro.

Aun con la decisión de permanecer ya tomada, Ciro regresará después de nueve años a Lima donde vive su madre con el objetivo de reencontrarse, aunque sea por un par de semanas.

IMG_5247

Una mirada sobre la migración como migrante

Era inevitable que la conversación, en algún punto, se detuviera en la temática de la migración propiamente tal; y es que en el último tiempo ha sido un tema que ha repercutido ampliamente en los medios tradicionales, centrándose la discusión en qué tan beneficiosa o perjudicial es la llegada de inmigrantes a Chile. Reflexiones basadas en el prejuicio, que rayan en lo caricaturesco se han declarado públicamente en contra de la llegada de más migrantes latinos al país, y en algunos casos, asociándoles una condición casi instintiva a delinquir, como si ambos fenómenos estuvieran directamente relacionados, a pesar que las cifras demuestran lo contrario.

Ciro nos comenta que cuando él arribó a Chile, ingresar al país era mucho más complicado que hoy: él mismo fue expulsado en su primer intento tras cruzar la frontera de Tacna con Arica. El error que cometió, y que cometían quienes eran devueltos a sus países de origen, era declarar que el destino era Santiago: “Ahí te decían ‘no, regresa’”, pues las autoridades asumían de inmediato que Santiago equivalía a una estadía permanente y no temporal. Y ahí estaba la clave. Resuelto a cruzar, Ciro esperó unas horas en el paso fronterizo hasta el cambio de turno de los encargados de PDI y esta vez declaró que iba sólo a Arica. El hombre nos cuenta que desde ahí tuvo que “pasar por otros medios”, haciéndose pasar por ayudante de camionero hasta Iquique. Una vez en la ciudad portuaria, tomó un bus que lo trajo hasta la capital donde primero vivió en una habitación arrendada, y hoy lo hace junto a su familia arrendando una casa.

IMG_5173

Actualmente, a diferencia del riesgoso viaje de Ciro, que podría ser el guión de una película, hoy “está más fácil” llegar al país, incluso se puede llegar a Santiago en avión sin problemas. En el caso de los peruanos, nos cuenta que basta ingresar con la cédula peruana y que “ya no se necesitan papeles raros”. No obstante afirmar lo anterior, el peruano nos cuenta que la hermana de una amiga suya fue devuelta en el aeropuerto en un dramático desencuentro. “La devolvieron a la hora y en el mismo avión, y la hermana se fue llorando”.

Para regularizar la situación una vez en Chile, a juicio de Ciro las cosas también son más fáciles. Antes, para obtener la visa definitiva, primero había que tener la visa sujeta a contrato, luego postular a la visa temporaria y de ahí a la definitiva; hoy en cambio, el proceso parte desde la visa temporal.

Ciro estuvo cinco años con la visa sujeta a contrato, el primer escalafón, porque antes no se permitía rotar en distintos trabajos. Por supuesto, Ciro, y con él muchos migrantes, cambiaban de trabajo regularmente: “trabajaba con uno, trabajaba con otro, otro me ofrecía más y me iba para allá…”. Y cuenta que uno debía estar tres años con un mismo empleador para postular a la definitiva, ahora en cambio, con “la temporaria tú puedes trabajar con cualquiera, con cuantos quieras, la cosa es que no te dejen de imponer”. En la actualidad son doce meses “de corrido” los que se debe imponer para postular a la definitiva, “pero si tienes una laguna en el medio donde no hayas impuesto, no la puedes sacar, te la niegan”.

Considera que el trato del Estado chileno con la población migrante es bueno, “porque en los centros médicos nos atienden igual no más, no le veo nada de malo”. La crítica del peruano apunta más que nada a un resquicio burocrático, y es que antes, como extranjero, podía sacar la cédula de identidad en cualquier comuna; ahora no, debe ir obligatoriamente a Santiago Centro. “Eso no más po’”.

IMG_5250

Sobre su relación con otros migrantes, Ciro señala que en su trabajo están sus grandes amigos, y que pertenecen a diversas nacionalidades: bolivianos, peruanos, colombianos. “Jugamos a la pelota todos los viernes y salimos todos juntos; vivimos más allá que en la casa porque estamos todos los días ahí, cinco días a la semana, y a veces nos dicen que vayamos un sexto día por horas extras”. Ciro puede decir que tiene dos hogares, y un segundo compuesto de realidades muy diversas.
Antes de seguir con la conversación, Ciro atiende a su hijo, quien antes jugaba en el parque, y ahora se ha acercado porque quiere comer un helado. Juntos llaman al heladero que se pasea por el lugar, y el niño elige un helado de mora y crema. Cuando su hijo se ha sentado a comer a su lado, Ciro continúa la conversación.

Cuenta que le llama la atención el incremento de la población haitiana en la capital, y es algo que comenta también con sus colegas migrantes. Le sorprende las condiciones en las que están viviendo algunos grupos de haitianos “porque hay condominios que están llenos y viven veinte en una casa, o una pieza no sé qué”.

Y Ciro cree que no todo lo que viene de afuera es necesariamente bueno. La gente mala existe en todas partes, piensa. Nos comenta que en Trujillo, al norte de Perú, la situación que se vive es muy violenta. La existencia de sicarios es algo común en esa zona y afirma que, debido a las fuertes presiones que están sufriendo estos carteles por parte del Estado peruano, y al ver que hay peruanos prosperando en el extranjero, algunos han tomado la decisión de venirse a Chile. “Te hacen daño a la familia. Secuestran a la familia… Eso está pasando po’… Y esto es de verdad no de mentira. Eso es lo malo que viene de allá”.

Por último, si bien Ciro no ha estado al tanto de la discusión pública sobre inmigración, le apena que se asuma desde el prejuicio que la población migrante viene a cometer delitos: “La mayoría trabaja honradamente, son pocos no más los que vienen a hacer daño aquí; por eso pagamos el pato todos, todos. Qué mal que se refieran así, ¿no?” –reflexiona.

Al niño se le cae el helado, y responde sereno que no tiene importancia. Padre e hijo retoman las últimas horas de este domingo que les quedan juntos, antes de que el hombre tenga que partir a por sus máquinas.

IMG_5263
No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.