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Expresando a través del arte

Lucía Anguita

En una invernal tarde de viernes en el Centro Artesanal Pueblito Los Dominicos, hay pocos visitantes que ocupen a los artesanos y comerciantes del lugar. Pacientes, algunos se dedican a fabricar los productos que esperan vender más adelante, mientras otros conversan con los vecinos de locales cercanos. En su taller, Lucía Anguita, artista plástica, trabaja sobre su mesón bajo la tenue luz de una lámpara de escritorio, con las noticias que salen de la radio como música de fondo.

Buscando adentrarnos en la experiencia de la creación artística, la invitamos a ser la protagonista de esta crónica y, con dudas en un comienzo, nos invita a su lugar de trabajo para conversar sobre su proceso de producción, y de lo que da forma a su obra.

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Lo que sustenta el arte

La conversación comienza por el trabajo de Lucía, su trayectoria y su formación. Sobre esto, ella nos cuenta que estudió en la Universidad de Chile, donde se especializó en pintura y en publicidad gráfica. Más allá del entrenamiento práctico y técnico, Lucía valora especialmente la formación teórica que le dieron sus profesores. Porque, como ella explica, aunque el proceso de creación artística requiere maestría plástica, es la teoría la que sustenta el trabajo, imprimiendo una estructura en la obra. En el acto creativo, es necesario “saber algunas cosas, saber algo de historia del arte, por lo menos tener alguna idea de qué pasa con la gente, o qué ha pasado antes de uno, y qué está pasando hoy en día en el arte, también”.

El trabajo de Lucía es de carácter autoral, es decir, uno en el que ella realiza un proceso a través del cual expone un objeto que no está ahí, proponiendo temas, y dejando su propio mundo sobre el lienzo. Y nos cuenta que sus obras tratan de transmitir un mensaje, entregar información comprimida a su audiencia, para lo cual es necesario apoyarse en las estructuras del arte, que permiten la existencia de un lenguaje que facilita la comunicación y el acercamiento entre las personas. Sobre esto, ella trabaja manejando las figuras, para que “cuando alguien la vea, sienta un poco lo que yo quiero decir”.

Y es este rasgo autoral el que abre la posibilidad de que Lucía explore un concepto repetidamente, buscando crear una identidad en sus obras, y definiendo series que son parte del mismo proceso de creación. Estas series, para Lucía, son también un reflejo de la estructura interna del autor, pues cada iteración es un nuevo intento por modificar la obra, hasta que ella misma encuentra lo que busca, y limita la expansión de cada serie, sabiendo que el trabajo ya ha terminado.

Pese a esto, Lucía dice que sus pinturas no siempre se centran en un concepto, sino que quien crea también tiene espacio para experimentar con el carácter plástico del arte, jugando con las formas, los colores, y las armonías. Nos muestra, por ejemplo, su serie Obsesión por las mínimas diferencias, en la que explora variaciones mínimas de la figura humana, explotando la evolución de la figura humana, amparada bajo lo que define como la autonomía de la mancha, es decir, la disociación de luz y sombra, creándose así un aura irreal sobre el lienzo.

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La experiencia del proceso creativo

Para Lucía, la labor del artista tiene mucho que ver con un trabajo interno, en que ella puede ejercer su libertad, creando para mostrar lo que siente y piensa, explorando el lienzo y lo que en él se puede fijar. La obra, finalmente es una exposición de las posibilidades creativas del autor, centradas en un mensaje, el que luego será interpretado y apropiado por los observadores. De este modo, a través de la pintura Lucía se plasma en el lenguaje plástico, exponiendo su mundo personal, tanto en lo que muestra, como en lo ausente, cargando de contenido también lo que está velado. Como ella lo pone, “todo va a depender de la persona, si tiene la capacidad de ver lo que hay ahí”.

Y en el proceso de creación, el artista también se apropia de las estructuras del arte, combinándolas y mutándolas para dar vida a un sello propio. Comentando el trabajo de Camilo, con quien comparte su taller, Lucía nos cuenta que “lo que él hace es totalmente diferente, son como los dos extremos, porque es un trabajo minimalista, súper minimalista, y después se va al extremo, con un trabajo súper barroco, todos esos detalles”. Y a través de esta técnica propia, ella nos explica, “lo que él trata de hacer es que tenga energía, trata de imprimirle una energía, con esas pequeñas filigranas que hace”, dando forma así a su propio lenguaje.

Pero el arte no sólo es una forma de crear y comunicar. Para Lucía, a través de la creación plástica es posible que el autor, en el esfuerzo de plasmar su mundo interno en la obra, alcance un estado de concentración que llega a ser meditativo, lo que ayuda a que el mensaje que busca transmitir, las ideas, emociones y recuerdos, aparezcan en el lienzo, forjando con el color y la forma un paisaje que se abre a la interpretación de quien lo aprecie.

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Mensajes en las obras

A medida que conversamos con Lucía, ella nos va mostrando y explicando distintas obras y colecciones que guarda en su taller, colgando en las abarrotadas murallas, o bien expuestas en el pasillo exterior, esperando encontrar un comprador. Las series que llenan el lugar son muestra de la diversidad de conceptos con los que ella trabaja, y reflejan también su proceso personal de exploración artística, con evidentes cambios entre sí.

Representaciones humanas abundan, y se puede ver, en su serie Obsesión por las mínimas diferencias – consistente en agrupaciones de la misma mujer en distintas posiciones y bajo diferentes planos – la evolución de la figura humana, y los sutiles rasgos que definen el cambio en la percepción.

Junto a esto, la colección En pleno ejercicio, centrada en una figura que pareciera caer en distintas direcciones, muestra cómo se plasma la idea de la libertad. Lucía dice, “estas figuras están en un espacio oceánico, donde a veces flota, a veces cae, pero se deja llevar. Es como una parte del espíritu en que la persona llega a poder soltarse, de las amarras, de las ideas, de diferentes cosas”.

Y, aunque para Lucía liberarse de los límites y perseguir la realización de nuestras posibilidades es una parte fundamental de la experiencia humana, también recalca que, al igual que en el arte, “como persona también, se necesitan estructuras, que te las dan los padres, o que uno mismo las busca, algún tipo de estructura, uno no puede vivir sin estructuras. Hay gente que piensa otras cosas, que a lo mejor no se necesitan estructuras, pero, en el fondo, igual se necesitan para poder vivir sanamente en una sociedad”.

La pintora nos muestra, junto a la puerta del taller, una serie centrada en otro de sus temas de interés. Huellas urbanas refleja el modo en que Lucía entiende el paso del tiempo en la ciudad, caracterizado por la fugacidad. De este modo, el trabajo con múltiples capas de color va creando una copia del proceso en que la modernidad arrasa con lo antiguo e impone nuevas construcciones, para ser luego también reemplazadas. Las figuras, por su parte, aparecen cuadradas y afiladas, buscando evocar el plano urbano que ordena Santiago.

Así, siguiendo por los muros del taller, se encuentran las pinturas de Lucía, obras que dejan entrever, con distintos niveles de sutileza, sus intereses, experiencias e inquietudes, tanto personales como profesionales, mientras esperan que alguien las encuentre y lleve consigo.

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Los desafíos que quedan

Mientras nos muestra sus obras, Lucía nos cuenta que su trabajo la satisface, aunque mantiene sueños y desafíos para el futuro. Entre ellos, nos cuenta que, junto a Camilo, están trabajando para poder exponer en una feria internacional de arte en Estados Unidos. Este proyecto, además de ofrecer la posibilidad de abrirse a un mercado más amplio, sería para ellos un paso importante en su carrera artística, pues significaría ser parte de una exhibición centrada en la pintura y la fotografía, y con acceso a un público muy motivado y acostumbrado a participar de estos eventos.

Siguiendo por esta línea, nos cuenta que varias de sus pinturas han sido compradas por turistas que vienen de Europa, quienes conforman la mayoría de sus visitantes, pues son los extranjeros quienes están más interesados y reconocen el valor de su trabajo, tal como lo mencionó anteriormente Rubén Candia, artesano que trabaja en un taller vecino. Incluso más, Lucía ha estado en el taller de Los Dominicos por más de veinte años – aunque no tiene suficiente espacio, y no es lo más cómodo para dictar sus clases de dibujo – debido a que le permite exponer sus obras a visitantes de otros países.

Porque, como nos ha explicado varias veces, el espectador tiene que entender las posibilidades del trabajo artístico, plasmadas por el autor, usando un lenguaje artístico común. Y, aunque haya gente que tenga distintas concepciones del arte, finalmente, en el arte, y también en la sociedad, la comunicación sólo ocurre sobre estructuras compartidas.

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